Una noche inolvidable. Talleres deliró con los goles de Strada y Sáez, de penal, para redondear un triunfo emotivo. Sigue muy vivo.

Talleres es una novela dramática que todos se empecinan en escribir. Es el remedio y también la enfermedad, es el corazón a punto de estallar, el desequilibrio mental porque Román Strada le pega con el botín lleno de insultos y el Kempes se desmorona. Talleres es un ataque de pánico, infierno, paraíso, un país aparte. Y Sáez toma carrera, es el penal para asegurar la clasificación. La bola le hace un hijo a la red: 2-0 para demostrarle a Tiro Federal que sólo es un arma de juguete.

Talleres es el insomnio de Rodrigo Escribano que lleva dos días sin dormir; la pierna fuerte de Rezzónico para trabar a Armani mientras la visita asusta con un tirito de Roth. Talleres es la sangre de Leyes comiendo pasto, los huevos de Carabajal que manda un centro para que cabeceen Riaño o el Cachi Zelaya. Y ahí va el Tin Díaz para tocar corto con Strada y armar una sociedad.

Talleres no podrá en el primer tiempo. Pero todo va cambiar. Porque en la popular Willington más de 10 mil tipos escupen sus fracasos y están dispuestos a quebrarse el alma por Cacho Sialle y compañía. El Tigre se defiende como puede. Empuja la T, como si estuviera pariendo un hijo, y Paco Cabasés estira su batón para recuperar la pelota junto a Romat. Que juega cortito para el Loco Lillo y la pide Garay, todos juegan por vos, Talleres. Entonces, el ST es la escena perfecta para el estallido. Ya no está el pibe Francés, que se fue lesionado. Pero queda su llanto como símbolo clarito de amor a la camiseta. Entonces, Carabajal abre hacia su izquierda, Strada vuelve del abismo, la engancha perfecto a los 5 minutos. Miguel Cárdenas, vuela y saca turno con algún mano santa. No va a poder dormir.

Tiembla el rosario transpirado en la mano de José Sanguedolce, prensa de la T. Lo gana el Matador porque golpeó cuando tuvo las pocas chances que generó. Sí, le faltó bastante juego, pero había algo indispensable: anoche si faltaba sangre se pudría todo. Y Leo Requena le raspa con su cabeza los pies a Dios, si es que Dios existe, para descolgar el centro peligroso de Chávez. Todos miran el reloj. Talleres estaba herido, andaba a los tumbos con el puñal abriéndole un tajo en su orgullo. Quizá luchando con aquel pasado tan amarillento. Y los negros piden la hora, Salum se agarra los pelos que no tiene...

Talleres es una obsesión sin cura. Era la víctima, el fracaso, la burla... pero jamás había dejado de ser Talleres y el árbitro lo termina... y algo parecido a un sueño empieza.

La figura. Nery Leyes. El pibe las corrió todas y trabó hasta el final. Distribuyó y le dio equilibrio al medio campo. Carabajal, una pesadilla.También fue importante el nivel de los del fondo y la seguridad de Requena. Una noche completita.

El árbitro. Márquez. Fue un buen encuentro del árbitro del cotejo. El penal de Armani estuvo perfectamente sancionado. Como también la expulsión de Strada.