Con un gol de Riaño en el segundo tiempo, el Matador ganó en el Kempes y se puso a un punto de los que pelearán por ascender.

En 1977, John Travolta protagonizó una memorable películao –”Fiebre del sábado a la noche”– cuya banda musical fue grabada por los Bee Gees. Fueron los tres hermanos Gibb, con el recordado falsete de Barry, los que popularizaron en forma masiva “Manteniéndose vivo”, el hit que marcó a una generación.

Bien podría afirmarse, salvado las distancias que marcan el paso del tiempo y que lo que nos convoca es el fútbol y no la música pop, que Talleres se atavió de Travolta, con los oxford, los zapatos con plataforma y las camisas chillonas ceñidas al cuerpo, para seguir manteniéndose vivo, pero en el Torneo Argentino A.

El triunfo mínimo frente a Central Córdoba, que mereció ser mucho más amplio y conducho menos sufrimiento, lo dejó a un punto del último que hoy clasifica a la próxima fase –precisamente los santiagueños, con 30 puntos– cuando restan todavía otros seis por jugarse.Talleres se enchufo al pulmotor y tomó aire para sobrevivir, pero lo importante es que lo hizo cambiando diametralmente la imagen que había dejado frente en el clásico frente a Racing.

Lució ordenado y tranquilo, cuando la circunstancia en la que llegó al partido de anoche era desesperante. Es que si no ganaba, su destino desde hoy era comenzar a prepararse para la fasereválida. Y cuando todo hacía prever que la pelota le quemaría en los pies por los nervios, tuvo la sensatez de aplicar el freno y pensar.

Y lo hizo jugando bien en varios pasajes del partido, sentando una marcada supremacía sobre un rival timorato y que pagó cara su intención manifiesta de llevarse un “puntito”.

Pero, además, lo consiguió volviendo a creer en si mismo, entendiendo que si había vuelto a tocar fondo, el principal esfuerzo por salir del pozo debía salir de sus jugadores.

La “T” resucitó en la cancha y por fin pudo devolverle la alegría a sus hinchas, quienes ayer bien pudieron haberse quedado en sus casas disfrutando del fin de semana largo, pero que en otra conmovedora prueba de apoyo y aguante, lo acompañó en forma masiva.

Había que meter 20 mil almas en el Kempes, cuando la depresión se había generalizado. Pero la gente, su mejor capital, ese que no se mide en términos financieros, volvió a demostrar que está y estará “en la buenas y en las malas”. Era hora de que le devolvieran algo.

Talleres sigue manteniéndose vivo y en la pista del boliche, sudando cada paso como lo hacía Travolta, al ritmo de los Bee Gees. Y por la fiebre de un húmedo domingo a la noche.