Pablo Gibelli, profesor divisiones infantiles, cuenta el proceso de formación que tuvo el enlace de PSG y Selección nacional en Talleres. Sus virtudes, aspectos que corrigieron y el apoyo familiar.

Una de las tareas que parecen sencillas y son una verdadera quimera es la captación de talentos. Tener ese ojo crítico, esa visión a veces engañosa, es un arma de doble filo. Por eso, son verdaderas apuestas, a veces se acierta, aunque por lo general, existen más probabilidades de quedar en la nada. Así se resume la vida de las divisiones inferiores, donde no siempre la cosecha da los frutos esperados. Pablo Gibelli (40 años), se sumó al grupo de trabajo del gerente Maximiliano Salas, para colaborar en las categorías infantiles. De todas maneras, en su segundo ciclo en el club, con un pergamino más que honroso: fue uno de los que seleccionó a Javier Pastore de las escuelitas de fútbol. “Yo no me voy a quedar con todo el crédito porque fuimos varios los que le vimos condiciones. Estaba Guillermo Montichelli, Humberto Antoniolli, y más gente. Ese día en el predio de camino a San Carlos probamos a más de 500 chicos. Tenía 10 años. Sobresalía por su capacidad de entender el juego en una edad donde por lo general, los niños son individualistas”, cuenta el “Pato”, quien estuvo en Talleres desde el ’98 a 2003, para después pasar por Racing, Oviedo de España, Sportivo Laguna Larga, entre otros lugares, oficiando su scouting.

- ¿En qué otras cosas sobresalía Pastore?
- La verdad, integraba una clase de enormes jugadores, que no todos llegaron, como Héctor Alfaro, el chaqueño Martínez... Un día decían “ganamos 10 a 0 y lo concretaban. Muchísimo talento. Era la 9ª División famosa.

- ¿Qué aspectos le hicieron corregir?
- Su falencia era la parte física, porque era muy flaquito. Le detectamos que no tenía muy desarrollado el isquiotibial, entonces sus cuádriceps perdían fuerza y podría contracturarse muy seguido. Le hicimos un tratamiento intensivo con el doctor Rodolfo Visconti, para fortalecerlo, en pos de que no se le desviara la pierna, que incluía coordinación. En su caso, tuvo una rápida compresión de las tareas, sin necesidad de tanta repetición.

- ¿Se notaba que era distinto?
- A esa edad es fácil determinar el talento, pero imposible saber y certificar que va a llegar a Primera. Yo utilizo una frase: En el ganado, de cada 10 terneritos que nacen, la tasa de mortalidad es uno. En el fútbol, con los jugadores, de cada 100, quizás 99 no llegan a nada. Es una estadística fría y dura, pero real. Pastore tenía muchas herramientas técnicas y aprendió rápido.

- ¿Hay buenos jugadores en la cantera de Talleres?
- Sí, tenemos mucho material. Hay clubes que tenemos que formar un equipo entre 20 o 30 chicos y acá tenemos que elegir entre 80 o 100. Cada jugador que llega a primera es producto de un buen proceso de formación. De esa forma, se achica el margen pero no hay garantías reales. Como dije antes, a veces llega un juvenil entre 100 a Primera.

“Corré vos que yo no puedo”


En la etapa de formación del jugador, inciden todo tipo de estímulos, como la educación, el respeto, la perseverancia y la faceta anímica. Precisamente en este último ítem, Javier Pastore tuvo la parte esencial del crecimiento, beneplácito que Pablo Gibelli le otorga a su familia, y especialmente a su madre.

- ¿Qué otra faceta ayudó a Pastore?
- La familia. Me cansé de ver padres que se meten en la carrera de los hijos, opinan, presionan, insultan, protestan a los profesores, y todo eso es contraproducente. El apoyo de su madre fue tremendo. Venía a verlo en silla de ruedas, con lluvia, sol y viento. Le hablaba bien, le llegaba al corazón. Una vez escuché que le dijo: “Javi, esforzate, corré vos que yo no puedo”. Y lejos de presionarlo, frases de esa naturaleza lo convencían de que podía. Lo hinchaba de orgullo. Javier salía a la cancha a comerse todo, a llevarse por delante a cualquier rival. Pedía la pelota, no se achicaba, y jamás lo escuché insultar. Tenía un convencimiento tremendo. Y creo que parte de toda esa personalidad se la inculcaron sus padres. Le dio carácter.

- Si se hubiera quedado en Talleres, ¿habría llegado a triunfar?
- Talleres casi lo pierde a Pastore, pero vaticinar sobre ese tema es ciencia ficción. Ese equipo estaba muy complicado, con un clima enrarecido y una racha nefasta. Muchas veces los momentos de los clubes no son los mismos que el de los jugadores. Esa mala racha también la sufrieron Sebastián Navarro, Julio Buffarini, Matías Quiroga, por ejemplo. Y lo sufren también Carabajal, Agustín Díaz y Fabio Alvarez. A Pastore le vino bien irse a Huracán, Antonio Mohamed y Angel Cappa le enseñaron mucho. Tiene sangre fría para jugar y definir. Quizás en Talleres no hubiera logrado ese ascenso que lo llevó a Europa en menos de un año, con un Mundial incluido.