Talleres y su sueño. En una noche llena de emociones, el Matador terminó ganando un partido que fue mucho más que eso. Los tres puntos lo acercan un poquito más en ese eterno camino que será este Nonagonal. Anoche, la fiesta fue completa.

Tiembla Talleres. Se estremece la Boutique que amaga con venirse abajo. Si hasta los negros caen desbocados desde la tribuna del cielo, allá donde Dios, el Diablo y el Toro Willignton se acodan en una barra para ver el partido.

Tiembla Talleres. De locura, de éxtasis, masticando el veneno del Argentino A, tanto dolor supurando por los ojos. Sí, los ojos de Luis Galván en la platea son los ojos de miles encerrados para siempre en el país del mundo del revés, las pupilas desvariando, lejos de la razón, condenados, para siempre condenados a Talleres.

Tiembla Talleres. Se toma el pulso. Está herido. Tiene la cicatriz de un descenso que le quema la piel y Gabriel se come el alambrado, “con los huevos en la boca”, porque todavía falta y sin embargo, el ascenso es una mina que le muestra la gamba, que le habla de cerca, que le presume al oído. Pero Talleres tiene que ser duro. Pero un flaco llora, no se aguanta, son las lágrimas que no le lloró de pendejo al viejo. Y ahora afloja, porque Zárate le dice en secreto que ahora todo va a cambiar.

Talleres tiembla. Zárate cambia la pelota. Le pide otra al pibe que cumple su sueño. Está en los suburbios de la cancha. Un córner. “La puta que lo parió, en esta, por Dios en esta”, piensa Salum que se come las uñas. Y el 10 la acaricia, y ya no cae la lágrima, y un ángel vuelta sobre el resto. Cosaro, en las alturas del cielo Cosaro, se agarra del viento, recibe un consejo de Satanás y pone el frentazo, y Barucco que vuelta al infierno, y la caprichosa que se rinde para ser tocada por la red. Y la Boutique se desmorona en mil pedazos. Los pedazos que el pueblo albiazul va juntando para construir el puente para cruzar el abismo de un torneo que le da por las bolas, que le saca la lengua y le carcome la paciencia.

Talleres tiembla. Sportivo Belgrano está herido de muerte pero la muerte es la resignación del cobarde y entonces está muy vivo. Se sacude la Boutique. Se viene la visita. El criminal que tantas veces lastimó al Matador en la Primera Fase. Y Crivelli vuela, nadie lo ve, pero Chocolate Baley le presta sus piernas, y la pelota va contra el palo, y otra vez la lágrima, la puta lágrima del flaco que siento que todo puede perderlo. Pero Crivelli llega.

Tiembla Talleres. El Toro Willington baja desde cielo. “Pegale así”, le dice a Zárate. ¿Quién dijo que los hombres no vuelan? Cosaro ya está en el aire, otro testazo, el criminal de la noche, a sangre fría. Y explotan las gargantas.

Y la pregunta usurpa las bocas de los mortales. ¿Cuántos escalones hay al ascenso? Nadie sabe. 23. 23 son los que hay desde el vestuario hasta la cancha. En cada uno un sueño. En cada uno el orgullo.

La lágrima es de todos. Galván diciéndole a los jugadores que pueden ser parte grande de la historia. Y tiembla el Sapito Coleoni, el hincha del T, Rodrigo Escribano, los jugadores y la noche los abandona para que la condena no acabe y los sueños tampoco.