Nueva joya. El héroe de la noche, Fabio Álvarez le dio el triunfo a la T, casi en tiempo cumplido. Un partido inolvidable que reventó la taquilla en la T.

Porque dicen que cuando agarra una pelota te hace un amague que saca sonrisas. Y eso hizo anoche. Sí, tenían razón los que cuentan eso. Te hace divertir el negrito. Y las entradas se pagan solas entonces. Y son esos que también te hacen obras que te hacen llorar, pero de emoción. Y también es de esos que salen a bendecir el destino con la decoración final a tanta belleza. Porque el fútbol es belleza. Y mucho más cuando lo juegan los negritos. Esos que corren chuequitos, pirinchos parados, dientes blancos de atorrantez. Y eso es lo que le hace falta a un Talleres que pena en el averno del Argentino A.

El Talleres del Sapito, pero más el de los Garay, los Albornós. Daban ganas de llevárselo al patio de la casa al negrito Álvarez.

37 minutos del segundo tiempo con un 2-2 sellado en hierro fundido. El técnico (casi de su altura), lo agarró del hombro. El negrito le miró la visera y miró para allá, donde el Sapito le marcaba el horizonte. Pero él sólo vio cabecitas amontonadas detrás del alambrado. Capaz que negritos como él. Esos que se compran la popu para ver lo que saben ver en las placitas de sus barrios.

“Sí”, le respondió y se lanzó a la cancha. A corretear. Tocó una por allá y otra por acá. “A Fabio le tengo mucha fe.

Se lo merece porque el Negro ha trabajado siempre, duro. Hay que llevarlo despacio, no es el as de espada de este Talleres. Es un chico que va a vivir muchas etapas donde se va a caer y se va a levantar. Le tengo mucha fe es un gran promesa”, contaba anoche a Día a Día la Chanchita Daniel Albornós.

Y claro, era diagonal en absoluta velocidad. Ya se había insinuado, pedía que le pasen la pelota. Claro, como en el potrero, como cuando las naranjas son las Tango Adidas de los patios. Cuando hay que dominar la redonda entre dos rivales, y encarar y descargársela a Riaño y que se choquen dos defensores. Y allí reencontrarse con la bocha y llevarla y mirar con la soberbia de los negritos con tanto poder en sus pies y dominarla con la derecha y cruzarla con la zurda. Y hacer el gol de su vida para “dormir-nodormir” en toda la noche con la risa dibujada.

La vida es eso en los barrios humildes. Alegrías como estas son el pan para llenar el alma. Para que el pan de mañana sea por fin para llenar la panza y un poco más.

“Hay que tener un conducta, cuidarse y si Dios te de la gracia de tener el talento que tiene Fabio, las cosas se pueden dar”, decía casi sin voz el técnico Gustavo Coleoni, que lo esperaba a la salida de la cancha, después de que el pibe llorando se sacara la foto emotiva en la cancha con su Padre, sacado, perdido en el éxtasis indescriptible.

“Desde los siete años que estoy en el club. Me saqué fotos con los pibes alcanzapelotas que los conozco desde las divisiones inferiores (es clase ‘93), y mi mamá y mi papá”, contaba enloquecido.

“Es un jugador muy técnico, pero es el típico jugador de inferiores que salen de los barrios periféricos, de un lugar humilde, y juegan bien desde el potrero, de allí de donde salimos varios. La jugada que hizo es de potrero. Es un pibe sano, noble y ahora me toca tener a sus compañeros dirigiendo. Una cosa de locos”, reforzó la Chanchita Albornós.

Los directivos se abrazaban. Álvarez fue uno de los primeros contratos que se le hizo a una larga camada de pibes, para que nadie “se los robe”.

Por eso la Chanchita refuerza el concepto: “Talleres necesita disfrutar de estos jugadores. Tenemos que mantenerlos en el club, que maduren acá y que los podamos disfrutar sin que algún vivo se aproveche”.

Lo agarraron de la tele, de la radio. El negrito tenía un trofeito en la mano, esos que lo consagran como el jugador de la noche. Y allá irá a la vitrina doblada de tantas copitas y medallas. Fabio tenía sed y hambre y no le importó. Él quería que los viejos se lo llevaran, aunque sea a una faldeada. No importa lo que haya. Pero que la parrilla chille de alegría, como los hinchas que se fueron tan felices que no se lo olvidarán mucho más si se sabe que el ascenso puede ser posible.

“Yo sueño con esto y se me dio, estoy muy feliz, fue mi debut soñado”, contó Fabio aún mareado por tanto acoso.

Chau negrito, que descanses. Qué buena obra que te tocó hacer. Reventaste la taquilla. La entrada está pagada negrito. Y no cambies: sé lo que sos y lo que quieras ser.

“Me gusta es Riquelme. Pero me falta mucho para ser como él”.

Negro. Negro y de barrio. Así es Fabio.