La vuelta. Con una Boutique colmada, los hinchas de la T volvieron a vivir una noche inolvidable. Las glorias del Matador fueron homenajeadas. Los recuerdos y la alegría de un triunfazo, presentes.

Volver. Como si esa palabrita fueran seis letras y nada más. Volver. Como si se ese verbo fuera uno más entre tantos.

Volver. Cómo si alcanzara con silbarle al pasado para darle un abrazo. Volver. Mirar alrededor y sentirse vivo. Volver. Es en realidad viajar a los tiempos remotos, es tutearse con la historia que resiste. Volver. A pesar de todo. Aunque hoy haya dolor. Ellos volvieron. Estaba distinta pero igual. La Boutique, renovada. Mierda. Tanta nostalgia. Volver. Como si diera lo mismo.

Fue una noche inolvidable. Como el primer beso. 17.000 corazones a punto de estallar. Estaban todos, inclusive los ausentes, pechándose en el cielo para no perderse la fiesta. Y hoy van a decir que el Daniel Willington todavía juega. Tiró caños y metió un tiro libre y no será mentira. Si fue como volver a los 70. El Daniel emocionado pero crítico pisando el césped: “Es muy lindo todo esto, es importante. Pero no alcanza con poner bien la cancha y que se pinte, hay que jugar y ganar” .

Miles de rostros felices como el negro que llora, que se acuerda de la vieja que se fue a tirar paredes con Antonio Alderete. Y tirado como wing, la Wanora Romero se la pide a Cristian Zárate. No le mienten amigo. No se vaya. Juran que la Chancha Cortés se animó a probar al arco. Y hay lágrimas en los ojos de Paco Cabasés, voz autorizada para hablar. “Este regreso es distinto. Ahora hay sentimiento de verdad”. Dirán que fue mentira. Pero acaso la imaginación demore el final de todos los mortales. Ahí está Talleres, bailando con la nostalgia. Un tipo en la tribuna cierra los ojos, quiere irse a la mierda del Argentino A, pero sabe que hay que rimarla. Que viajar a Brasil después iba a tener un costo grandísimo.

Cuántas veces la emoción le gana a la razón. Le contarán que hubo un temblor y no le habrán tomado el pelo. Tito, un socio al que se le caen los pelos dice que es “emocionante, es como estar adentro de un sueño”. Y todos juegan sobre la Riccheri. Aparece Diego Garay, talento y magia. De atrás, el Loco Lillo y se desmorona la tribuna porque el Hacha Ludueña va rumbo al gol. Carajo. Si alcanzara con lo que fue. Pero la vida es otra cosa, una herida absurda canturrea algún tango.

Una pantalla gigante con goles de otro tiempo. Arzubialde sabe que se juega mucho. Amigo, le dirán que hubo otro mundo en el césped. No, no están locos señora. Vea si Bevilacqua define cruzado al segundo palo. Salum está en otra dimensión con Escribano. Al unísono hablan emocionados: “Es un sueño, es el trabajo del Fondo y todo una gente que deja la vida por Talleres. Ojalá se siga por el camino que todos queremos y alcanzar lo máximo”.

La voz del pueblo. El pueblo es un grito postergado de dolor y orgullo. No fue chamuyo del viejo Héctor que se toma unos vinos demás en la esquina de la cancha. Si hasta algunos girones hicieron correr la bocha de que Pelé, que vino en 1964 por primera vez, estaba camuflado en un puesto de Chori. Una noche interminable más allá del resultado, aunque importe, esto se trataba de otra cosa. De reconocer la identidad que forjaron aquellos ingleses cuando la Olimpia era campo y las ovejas cortaban el pasto.

El hincha que sueña con el ascenso. Qué cuestionamiento hay para hacerle si a duras penas podemos con nuestras vidas.

“Ahora empieza lo más difícil”, dijeron los jugadores que escriben el presente de la T. Hay que demostrarlo adentro de la cancha, rasparse todo, dejar de creer que los laureles aseguran triunfos. Hay que pelarse el traste y ahora es el momento, con estos hombres.

La bandera de un fanático lo describe de la mejor manera. Loliyo y su hijo la inventaron: “Perdón por no darte mi vida pero la necesito para seguirte amando”. Volver. Es sentir alma romperse en mil padrazos. Volver. Como si diera lo mismo. Una Boutique de mitos y hazañas. Volver. Seis letras. La vida misma en seis letras.