Talleres despidió el año ante su gente con un categórico triunfo por 4 a 1 ante Juventud Unida. Cerró 2010 en el primer puesto de la tabla, sumó alivio y recuperó su memoria de candidato.

La tranquilidad, el alivio y el conformismo llegaron casi como regalos de Navidad a barrio Jardín. Después de algunos rumores, especulaciones y presiones tras dos derrotas seguidas, Talleres se recompuso en la despedida del año ante su gente, y goleó con un amplio 4 a 1 a Juventud Unida de San Luis, desatando el festejo anticipado de fin de año. Llegó al receso en la cúspide de las posiciones en la Zona 2, con cuatro puntos de ventaja sobre sus escoltas.

El partido presentó emociones opuestas, y con cambios rotundos de actitud de un tiempo a otro. La mochila que cargan los protagonistas albiazules, con la presión de ascender y no dar otro paso en falso tras una semana a pura desconfianza, sin duda hizo mella en el plantel. La necesidad de ganar era más imperiosa que nunca, sobre todo para evitar otra de esas reuniones con el Fondo de Inversión, que mucha veces magnifican lo ocurrido dentro de la cancha.

El primer tiempo fue pobre. Juventud Unida apostó a atacar con tres delanteros, y por eso, Emiliano Gianunzio se tuvo que retrasar sobre la línea defensiva para dar una mano. A Talleres le costó generar juego, la pelota fue más dividida que limpia a la hora de la entrega, y reinaron las impresiones de los dos equipos. Entonces, los dirigidos por Héctor Arzubialde se fueron al descanso con más dudas que certezas, y el murmullo cobró preponderancia desde las tribunas, merodeando junto a los fantasmas de los partidos anteriores.

Pero el complemento fue muy distinto, desde el arranque, porque Ignacio Anívole tuvo una aparición en el área tras un mano a mano que le tapó Valentín Brasca a Claudio Riaño y marcó la apertura del marcador. A los 22 minutos, Riaño tuvo su premio, tras aprovechar una negligencia de la defensa visitante, y estiró las diferencias. Después Martín Seri tuvo su debut en la red en su tercer partido con la camiseta albiazul y otra vez Anívole se anotó en la red, previa habilitación de Monay. Y el estadio Mario Kempes era una fiesta.

El descuento de la visita no alteró las celebraciones, ni siquiera la expulsión de Riaño. Talleres ganó porque se reencontró con la contundencia y el oportunismo que lo llevó a lo más alto, y sobre todo, encontró un poco de tranquilidad y alivio al siempre convulsionado clima de presión e insinuaciones que genera permanentemente esa usina de rumores que es barrio Jardín. Y de paso, en el arbolito, tendrá el regalo de quedar primero y volver a ponerse el traje de candidato al ascenso que por unos partidos, estuvo en duda.