Paternidad albiazul. Con Riaño como figura, Talleres le ganó con claridad a Racing 3-0.

De vientre académico salió para mostrarse por primera vez en el fútbol grande. Tras surgir de la matriz de Lasallano, Racing lo adoptó para darle identidad. Y la camiseta albiceleste se posó sobre esa piel que comenzó a transpirar sus primeros destellos de gloria. El semblante paternal del hincha de Nueva Italia lo miró en aquellas primeras apariciones con la ilusión de ver crecer a aquel retoño que, quizá, dejaría goles y entrega a manera de contraprestación.

El tiempo pasó. Sin contemplaciones, de ninguna índole. Ayer, esos mismos hinchas de Racing miraron a aquel retoño, ya crecido. Y lo sufrieron. Porque el pibe les hizo todo lo que imaginaron que haría con la casaca académica. “Hijo mío, ¡qué me has hecho!”, se preguntaron. Claudio Riaño no contestó. Con la crueldad del destino estampada en su periplo, el delantero fue uno de los motivos por los que Talleres, la nueva familia del atacante, se quedó con un claro triunfo sobre la Academia 3-0, en cotejo válido por la octava fecha de la Zona 2 del Argentino A.

Inversos. No hubo partido. Los de Bonetto amagaron con tener su tarde en los primeros minutos. La intención de juntar a Artura y Liendo, más las trepadas de Garnier por derecha, quisieron ser un amanecer para los player locales. Pero la noche llegó de golpe. A lo largo de toda la tarde, la Academia tuvo la pelota, pero no supo qué hacer con ella. Lento, permeable, previsible, irresoluto, sin profundidad. Demasiados ítems en el debe como para poder tener chances siquiera de inquietar a Crivelli.

Del otro lado, todo lo contrario. Talleres lució sólido defensivamente, con un mediocampo que se encargó de cortar los circuitos futbolísticos del rival, aislando a los gestores albicelestes. Sin embargo, la T no llegó con fútbol, sino con guapeza. Un largo pelotazo con destino de nada fue rescatado por las ganas de Riaño. El atacante se tuvo fe, aprovechó la inocencia de la defensa académica y transformó la nada en todo. La pelota le quedó a Cejas, quien buscó a Pereyra en el área. El volante giró sobre su eje y sentenció con la pierna menos pensada y alma de definidor. A los 9 minutos, el partido ya marcó su rumbo definitivo.

A Racing se le puso más cuesta arriba. En el momento en el que más debía creer, sufrió crisis de fe. Y ni siquiera tuvo la chance de ver a un Talleres que se resintiera en algo por los tres cambios obligados que debió meter Arzubialde en la primera etapa.

El Albiazul se adueñó de todo. Supo que había gestado el partido que imaginó. Se abroqueló atrás, usó la desesperación del rival, que se movía sin saber a dónde, y aprovechó los espacios para que la polenta de Riaño y el oficio de Sacripanti llevaran temor cada vez que arribaban con pelota dominada en las cercanías de Sanzotti.

Otra vez, Riaño, conocedor del paño, golpeó donde más le duele a Racing. Se metió por el medio, entre tres rivales, la pelota le llegó a Martinelli y Pieters (de gran despliegue) victimizó al guardameta local, a los 39 minutos.

Al minuto de iniciado el complemento, Racing se dio cuenta que no podía. Un mal pase de Navarro dejó a Rivero a tiro de iniciar otra historia. Pero su remate le esquivó al arco y al nuevo libreto. Los cambios urdidos por Bonetto no provocaron mejorías en el equipo. Y Talleres siguió aprovechando el desconcierto albiceleste. El triángulo Pieters-Riaño-Sacripanti siguió haciendo de las suyas. Y a 13 del final llegó la cifra definitiva. Riaño se recibió de figura metiendo un autopase de taco. Arrastró marcas y dejó al Loco para que anotara el tercero.

A Claudio nadie le recordó su pasado. Con un dejo de nostalgia, miró de reojo el triste salir de los seguidores albicelestes. Pero también miró para adelante. Y tras un leve soplido de desahogo, pintó en su rostro una sonrisa cómplice con compañeros e hinchas albiazules. Y la paternidad de Talleres sigue en pie.

La figura: Claudio Riaño. El Gringo tuvo otra tarde memorable. Fue el socio perfecto de Lisandro Sacripanti en la delantera. Inquietó cada vez que se lo propuso, filtrándose por las grietas que le dejaba el fondo académico. Además, participó en los tres goles, en los dos primeros luchando pelotas que estaban perdidas. En sí, el equipo se vio compensado y fue seguro en la última línea. Adelante, contundencia pura.