El santiagueño Ramiro Pereyra se pone el equipo al hombro. El 10 de Talleres habla de sus recuerdos y del anhelo de salir campeón con el Matador. Hoy, a las 17, la T recibe a Ben Hur de Rafaela.

Son tardes en las que el asfalto es una superficie esponjosa. Cómo será que hasta en ese lugar se puede cocinar un asado sin brasas. Es que Santiago del Estero, parece ser el cofre donde duerme el sol. El calor agobiante no llega a ser excusa para los duendes de la siesta, esos que salen a patear pelotas descascaradas en la placita. Es la bronca a redimir. La calle Castiglione divide en dos al barrio. Y juegan los del frente contra los del otro lado de la calle. La placita Simón Bolívar es el coliseo de los pibes, donde sellan el picado de patadas a los tobillos.

Pero hay tiempo para taquitos y gambetas. Hay ruidos de chutazos y gritos de gol desaforado. Pero los estruendos son de no más de 15 gargantas. “Vos marcalo a Rama”; “No, yo lo sigo al Negro y vos seguilo a Rama”; “Mmm, no mejor yo lo sigo al Flaco y vos matalo a Rama que te tiene miedo”.

Nadie quiere seguirlo al enrulado. Es pesado, tedioso, molesto e irritante. Es una cosa insostenible ya. Y los resultados van cambiando con los años pero, ahora, Rama la sigue rompiendo en los recuerdos, en el habitáculo de la nostalgia, la que se activa cuando de vez en cuando asalta en un momento de tristeza y soledad; o cuando la alegría también se entromete en los pensamientos.

“Rama” es Ramiro Pereyra, el 10 de Talleres, que hoy parece ser parte de la gran espalda de este puntero casi indiscutido de la Zona 2 del Clausura de Argentino A.

Pereyra está parado exactamente a 10 años de distancia de esos momentos hoy guardados en la memoria. De niño a preadolescente allí deambuló jugando a la pelota con sus amigos Sergio de la Iglesia, los hermanos Tabib, los compañeros de la primaria y los chicos del barrio. “Siempre nos matábamos entre las cuadras. Más para pasar ratos y divertirnos. Nosotros jugábamos de dos bandos. Los de un lado de la avenida contra el otro”, recordó ante Día a Día.

Curiosamente, Rama no jugó en un club de su ciudad. “Siempre jugué en la escuela de fútbol del Banco Provincia porque mi viejo es bancario y jugué ahí siempre”, agregó. Alguien anduvo por allá, hizo una prueba para traer jugadores a Talleres y Pereyra quedó: “Estaba Marcelo Arce hace mucho con (Mario) Ballarino y fue él el que me vio. También estaba (José) Reinaldi. Empecé, allá por 2002 que vine a prueba, y en 2003 me reintegré a la institución. Tenía 16 años”.

Luego de vivir en la pensión, de ser uno de los pibes con tantos sueños le tocó el debut. Fue un partido en la cancha de Instituto (torneo de verano en 2006), de la mano de Ricardo Gareca como DT y nada menos que junto a Javier Pastore (hoy en el Palermo de Italia).

–Tuvieron distintos caminos...
–Sí otro horizonte, quizás a Javier, conociéndole la pasión que tiene por este club, capaz que le gustaría llevar la 10 de Talleres.

–Luego alternaste mucho...
–Sí, tuve chances. Me utilizaban en otros puestos. Si se necesitaba un volante por izquierda o derecha uno lo hacía por las ganas mismas. Uno tiene el sueño siempre de jugar. Después alterné mucho en el banco de suplentes. Hoy, por suerte, la realidad es otra y estoy aprovechándola.

–A los 24 años ¿cómo lo vivís? sos el 10 de Talleres, el conductor del equipo.
–Lo vivo muy bien, lo disfruto. Siempre que se puede se disfruta con la familia, con los amigos. Estamos en una buena racha y ojalá podamos seguirla para clasificar lo antes posible.

–¿Qué cambió en vos para que te adueñaras de la titularidad?
–Quizás la confianza que, si bien la tuve y siempre creí en mis condiciones, por ahí vino este cuerpo técnico y me brindó la posibilidad para poder soltarme más. Gracias a Dios va saliendo bien.

–¿Qué fútbol jugás? ¿Desfachatado, veloz, encarador? ¿Cómo lo definirías?
–Un poco de todo. No soy un enganche tan armador o lanzador. Me gusta jugar más para adelante, encarar, más media punta.

–Con los delanteros que tiene Talleres es difícil ocupar algún lugar allí, pero tenés la chance y la libertad muchas veces de llegar como un tercer delantero.
–Sí, hay mucho orden con los delanteros. Cuando paso al ataque siempre alguno se retrasa para ocupar mi lugar. Hay buena coordinación y eso me ayuda a soltarme.

–¿Cómo es el final de la película?
–Se vive mucho el día a día y vamos por un buen camino. Esperemos que sea con un final feliz para cada uno de nosotros y para la gente que siempre acompaña y se merece una alegría.

–Seguramente que en la plaza del barrio no escuchabas mucho el “Pereeee... Pereee...”
–(Risas) No, es una sensación muy linda. Nunca me imaginé jugar ante tanta cantidad de público. Hoy las cosas van bien, pero hay que estar tranquilo.

–¿Y quién sos: el chico de la placita o el 10 de Talleres?
–Uno nunca se olvida de sus orígenes. Por ahí es lindo hacer cosas que hacía uno cuando era chico. Adentro de la cancha trato de hacer lo que hacía en la placita del barrio. Trato de hacer lo que hacía en la placita cuando era chico, algún lujo o lo que venga, como cuando no tenías la presión de ahora. Siempre trato de darme un gusto y mientras se pueda, el fútbol vistoso es lindo para la gente que lo ve.

–Ascenso, ¿qué palabra es hoy?
–La palabra con la que todos sueñan. Pero tenemos que clasificar primero. Esperemos ir cumpliendo los objetivos de menor a mayor.