Talleres fue contundente y aprovechó el tempranero gol para sacar ventaja. Luego, de contra, marcó el 2 a 0 final. La Academi fue y fue pero no supo aprovechar la jugadas que tuvo.

El 2-0 de Talleres a Racing fue una de esas historias en las que ganó el que mejor administró sus recursos, el que supo disimular lo más que pudo sus limitaciones y el que aprovechó a pleno los regalos que le hizo su rival, en tiempos de miseria futbolística, en los que prima el miedo a no perder.

La Academia tuvo el fútbol que se esperaba, pero el de mejor puntería fue Talleres. Por cada tres casi gol albiceleste, un tanto albiazul.

La otra referencia saltó apenas comenzó el partido. Además de no poder traducir en la red las situaciones que generó, Racing arrancó con la desagradable situación de que no le respondieran sus hombres de más experiencia. Empezó por Rubén Del Olmo (su inexplicable error ante un “tirito” de Ignacio Anívole condicionó a él y al equipo), siguió en la tibieza de Velárdez y explotó en Sosa (tuvo tres inmejorables), al que se plegó Bergese.

Racing se reveló débil en las dos áreas y Talleres lo aprovechó. Con una eliminación anticipada sobre el hombro en el Torneo Apertura, no podía dejar que se le escapara un triunfo disfrazándose de “perdonavidas”.

¿Cambió radicalmente la historia para la “T”, tal como había pedido su DT Andrés Rebbotaro, enojadísimo por el papel de su equipo ante Instituto, pero ayer conforme con el primer resultado? En parte. Ganó 2-0 y hasta podría haber convertido alguno más (Díaz al travesaño). Fue lo más importante para el DT. Pero también es cierto es que sufrió durante una hora. Fue cuando le ganaban las espaldas a los volantes centrales, perdía en las bandas y cada pelota parada asustaba. De esa situación salió con Anívole, quien fue el más inteligente ya que con sus corridas-diagonales (además pegó un tiro libre en el travesaño) permitió que Talleres escapara de la presión a la que lo sometía Racing.

Además, permitió equilibrar la lucha por una banda en la que Rubén Molina había hecho un trabajo interesante, hasta que se fue expulsado.

También se sumaron Sebastián Navarro –único volante central tras la roja a Monay por faltas innecesarios–, el arquero Matías Giordano, puesto a coordinar una defensa nueva que tuvo algunas turbulencias (cometió varias faltas cerca del área) y el oportunismo de Damián Solferino, que en su primera pelota de cara al arco (siempre laburó de “peinador” ) cabeceó al gol un “centrazo” de Lisandro Sacripanti, en su primer encuentro a los 14 minutos del complemento.

A Talleres le alcanzó. El triunfo lo invita a festejar ahora, para que mañana pueda reflexionar sobre cómo lo arriesgó. A Racing le faltó, cuando estaba convencido que le iba a sobrar. Es la hora de aprender de la derrota.