Pese a que tiene 34 años, el ex arquero albiazul y de Arsenal decidió priorizar su familia y volvió a Del Campillo.

Mario Cuenca, el arquero de los títulos de Talleres –el ascenso ante Belgrano en 1998 y la Copa Conmebol 1999– y de Arsenal –la Copa Sudamericana 2007–, colgó los guantes, a los 34 años. “Sí. He tomado la decisión. Casi ciento por ciento. Debería aparecer algo muy importante... Pero priorizaré la familia. Mi señora está un poco cansada. Fueron muchos años. Ahora volví a Del Campillo donde están mis padres, mis tíos y por supuesto, mi señora y mis hijas”, dijo Cuenca.

–El martes se cumplirán 10 años de la Copa Conmebol, hace unos días, fueron dos años de la Sudamericana...
–El ascenso, la Copa Conmebol y la de Arsenal fueron importantísimos. Los disfruté. Hice una carrera que me sirvió.

–¿Qué te quitó el fútbol?
–Cosas importantes. No estar en los primeros cumpleaños de mis dos hijas más grandes. Todos podemos ganar el mango, pero sin descuidar la familia. En la foto familiar no estoy. Me dolió. Tampoco vi nacer a mi tercer hija. Son las cosas más dolorosas. De compartir momentos buenos y malos con mi familia. Con mis hermanas. A veces uno estaba en un lugar y pasaban cosas en el pueblo. Viví las cosas por teléfono y no personalmente. Cuando hubo pérdidas. Cosas tristes. Todos tenemos tíos, abuelos, grandes. Y uno no estaba para dar un abrazo a sus seres queridos y decirles: “Mirá lo siento mucho”. Esta carrera no te lo permite. No podés tomarte un avión y venir a un velorio. Puede sonar cursi...

–Suena real...
–Mis hijas me decían: “¿Te vas de nuevo papá?”. Lo fui masticando. Fui Córdoba, a los 17 años. Me casé y empecé con mudanzas. Mi señora se quedaba sola, con las nenas. La situación me lleva a tomar esta decisión, cuando quizá me queden un par de años de carrera.

–Admitiste que el fútbol fue un trabajo. ¿Cuándo fue una diversión?
–Al principio. Ahí lo disfruté, lo amé. Era joven y tenía menos responsabilidades. Porque uno no ve tanto a futuro, sino lo inmediato. Me compro un autito, llego a ser conocido. Cuando uno está casado, tiene hijos y anda mal un fin de semana, sabe que al siguiente tiembla o lo sacan. Si no jugás, sos menos valioso, ganás menos y no podés darle a mi familia el bienestar que quiero. Eso un chico un de 18 años no lo piensa. Cuando debuté en el Tallerito... Una inconsciencia total. Después estás tan lleno de responsabilidad, que empezás a tener miedo de un montón de cosas. Eso te hace ser más cuidadoso... Son muy pocos los DT que te dicen: “Salgan a divertirse”. Es mentira. Te mandás una cagada y salís. Deja de ser una diversión y empieza a ser un trabajo. Cuando es así, a veces disfrutás y en otras no.

–¿A quién le importaste como persona?
–Gareca me dio mucho. Hace unos años ya jugaba y era capitán. Un grupo musical quería grabar un tema en el que yo debía salir con una chica. Lo llamé al Flaco y me dijo: “Vos no vas a cambiar por un grupo musical”. Sabía por qué decía eso. Como Héctor Baley que me ayudó mucho. Cappa también me dejó cosas para pensar.

–¿Qué fue Talleres?
–Todo. Si Cuenca tiene un nombre chiquito o grande fue gracias a Talleres. Me duele lo que pasa. Pensé que la gente lo iba evitar. Pero sólo está del alambrado para afuera.