Talleres llegó a Santiago dispuesto a resolver su conflicto de doble personalidad. Fuera de Córdoba se había vuelto un equipo vulnerable, previsible y hasta si se quiere dormido. Todo lo que no es en la mayoría de sus presentaciones como local. Parecía que se iba derrotado y con aquellas miserias a cuestas, pero, en el peor momento, produjo una reacción que lo llevó del 0-2 al 2-2, en 20 minutos. Es más, hasta dispuso de varias situaciones como para lograr la victoria. Cuestiones de diván, ¿vio?

De sueños y gestos. Ayer, con un calor asesino y en un estadio reducido, la "T" se dejó llevar por el nervio que movilizó a Central Córdoba, el más necesitado de los dos. La visita soñó con que el ida y vuelta le diera resultado, esperando que se encendiera la dupla Díaz-Pereyra y que la línea de tres neutralizara al tridente Sáez, Barreto y Contreras. Por un ratito le salió bien y pareció controlar al local. Sin embargo, Central Córdoba logró el desequilibrio unos metros antes del área de Talleres. Allí estaban las garantías del fondo albiazul. Los volantes evitaban que nadie se fuera mano a mano contra Lussenhoff y compañía, o les hiciera el 2-1.

Pero en dos gestos, el local se puso 2-0. En el primero, García Chamut ganó la banda derecha; Sáez la prolongó para Barreto y éste batió a Giordano. En la siguiente, un desborde de Barreto terminó en gol de Sáez. Encima, se lesionó Miguel Monay, quien en su intento de evitar la conquista se lastimó el brazo izquierdo.

Lo leyó bien y empató. Sin embargo, con el 0-2 y uno de los pocos jugadores que podía administrar el juego del equipo fuera del partido, Talleres produjo lo inesperado. En ese momento tan delicado, leyó bien la estrategia de su rival. La conformidad que le mostró, las zonas libres que le dejó, las dudas de una línea defensiva que cometió muchas faltas cerca del área propia...

Anívole ejecutó un tiro libre, Montenegro la sacó, la pelota pegó en el palo y Moreira puso el 1-2. Desde el banco también hubo otra apuesta, más lúcida y agresiva. Tras el descanso, Saporiti ordenó el ingreso de Julio Cuello, mantuvo la ambición y distribuyó los jugadores de manera más agresiva: 3-3-2-2. Funcionó. Así Talleres tuvo más picardía y fútbol. Todos parecieron enchufarse. Cuello se situó a las espaldas del "doble cinco" local y desde allí habilitó a Anívole, que definió sin problemas ante Montenegro.

Inclusive, Talleres dispuso de cuatro chances claras, aun después de que Saporiti moviera otra vez el tablero e hiciera ingresar a Arce por Pereyra para rearmar el 3-4-1-2. Moreira sacó un remate defectuoso y, más tarde, obligó a la estirada de Montenegro. Ahí nomás, a Díaz parecieron hacerle penal justo cuando se disponía a definir y, finalmente, el propio Cuello perdió en el mano a mano con el arquero rival. Central Córdoba sufrió el impacto y solo sostuvo su convicción de ganar con la velocidad de David Robles. No le alcanzó.