Talleres cumplió con la premisa de ganarle a Estudiantes de Río Cuarto, pero lo hizo con su producción más pobre si se consideran los minutos de fútbol que tuvo en el 1-3 ante Juventud Unida y, luego, en el 1-1 con Racing.

Dicen que las derrotas enseñan y seguro que el DT celeste, Hugo Mattea, ya les estará diciendo a sus jugadores que no rechacen más al medio del área propia. Pero de los triunfos también se aprenden lecciones. Talleres deberá saber que no siempre se podrá ganar con un derechazo como el de Juan Aballay, a los 47 minutos del complemento, si es que pretende que el árbol no le tape el bosque.

Los problemas de este Talleres comenzaron (desde que se inició el torneo) cuando tuvo que hacerse cargo del partido. El rival le cedió la pelota y algunos espacios, pero mantuvo el control de las zonas claves.

Al principio, Monay podía elegir entre las diagonales de Arce, a la derecha o los arranques de Anívole, a la izquierda. Hacia adelante, el tridente ofensivo Sanjurjo-Moreyra-Cuello amenazaba con explotar.

Pero duró muy poco y, en el primer tiempo, apenas se pudo prolongar la sociedad Sanjurjo y Anívole. Es más: gracias a ellos, Edgardo Galíndez estuvo cerca de marcar de cabeza. Y, más tarde, casi pudo hacerlo Roberto Moreira Aldana. Roberto Saporiti había armado a Talleres para que fuera profundo, pero lejos estuvo de serlo.

Dos jugadas de Talleres en 45 minutos y un tiro de Estudiantes eran indicativos de que el partido no se había jugado en las áreas. La redonda andaba por el aire o retenida en el medio, donde, si alguien ponía unas cuerdas y armaba un ring (suelazo de un lado y del otro), nadie se hubiera extrañado. Hasta el juez Marcos Conforti separaba a los jugadores, aunque pareció olvidarse las tarjetas.

En el complemento, Estudiantes repuntó. El DT Mattea sumó a Maximiliano López y a Felipe Mugnaini y generó un par de llegadas. Giordano le tapó el gol a Aimar y atoró a Búffali. La “T” le contestó con un remate de Solferino al travesaño, un cabezazo desviado de Moreira, más la potencia de Buffarini y el fervor de Lussenhoff.

Así habían llegado uno y otro al final, cuando el juego se definió con una pelota parada. Y Juan “el Negro” Aballay, el de la camiseta “6”, le dio la primera victoria a Talleres.