Roberto Moreira Aldana, para Talleres, y Martín Martos, para Racing, pusieron la cabeza para meter los dos goles del clásico.

Para jugar un clásico muy chivo como el de ayer en el Estadio Córdoba, hay que meter y correr los 90 minutos pero, a veces, hay que saber usar la cabeza. Roberto Moreira Aldana la usó apenas empezó el partido cuando anticipó a todos para poner el 1-0 y, cuando se moría el partido, Martín Martos metió un frentazo para el 1-1 final.

Así, académicos y matadores no se sacaron ventaja aunque los de Nueva Italia merecieron algo más por haber tenido más de 10 chances de gol en el partido jugado ante casi 20 mil personas en el Chateau por la segunda fecha del Argentino A.

Madrugó el paraguayo. Apenas empezó el choque, los albicelestes quisieron copar la parada con la intención de manejar la pelota, jugándola por abajo y usando las bandas para atacar al rival. Pero, para Racing, los planes cambiaron rápidamente. A los 3 del inicio golpeó la T con un córner jugado corto entre Federico Arce e Ignacio Anívole que tiró un centro al área. Como una tromba, Moreira Aldana primereó y, con un cabezazo preciso puso el 1-0 para Talleres y para alegría de su gente que nunca imaginó un comienzo así.

El gol de diferencia no achicó a Racing que, sin desesperarse, empezó a golpear la puerta en el arco defendido por el debutante Matías Giordano, que iba a ser figura. A los 8, Adrián Ávalos la bajó de cabeza y Eduardo Sosa no llegó a conectar en el segundo palo. De contragolpe, la T pudo haber lastimado con Federico Arce, quien llegó exigido a un centro de Anívole. En esa parte del partido fue el volante por izquierda albiazul el que hacía lo que quería por su banda y, cuando se asociaba con Agustín Díaz, el enganche, parecían imparables para los grandotes de la defensa académica.

El efecto del gol de Talleres duró casi 20 minutos. A los 23, apareció Mauro Velárdez por primera vez en el partido dejando mano a mano a Marcelo Bergese. El Chelo definió débil y Giordano no tuvo problemas en tapar. Con la fórmula de manejar la pelota desde la salida, Racing siguió generando situaciones de gol: a los 33, Velárdez se la sirvió a Eduardo Sosa que cabeceó desviado. Fue la primera de las tantas que el Chori no pudo concretar. A los 37 y a los 43, el arquero de la T se lució ante sendos tiros libres del Beto y de Bergese, respectivamente. Antes del cierre de la primera etapa, el Chelo volvió a perderse el empate con un remate que se fue por arriba del travesaño. Sobre el cierre, ya había indicios de cómo se iba a plantear el segundo tiempo.

Monólogo Académico. Apenas iniciado el complemento, Saporiti eligió reforzar el mediocampo de su equipo poniendo a Juan Galarraga por Germán Palacio y, más tarde, armó una línea de cuatro en la defensa cuando entró Emanuel Céliz resignando a Arce, un delantero. Con Talleres metido atrás, Racing se le vino encima. Ranalli metió a Lucas Lorenzatti, un delantero por afuera, por el volante Mauricio Verón y todo fue de la Academia que seguía generando chances de gol. A saber: a los 16, lo tuvo Sosa, de tijera y Giordano agigantaba su figura tapándole el primer palo. A los 25, el Chori, otra vez de cabeza, hizo volar al arquero que sacó el empate que se veía venir. El show de Giordano continuó con cada pelota que llovía sobre su área. El arquero siempre se las arregló para resolver bien todo lo que le tiraron.

La presión académica se tomó un respiro de algunos minutos donde parecía no encontrar los caminos para llegar al merecido empate y, sobre el final, volvió a apretar el acelerador buscando el ya merecido empate. A los 39, Sosa volvió a ratificar que no pasa un buen momento de frente al arco después de cabecear por arriba un centro de José Méndez. A los 43, otra vez Giordano le ganó el duelo al Chori tapándole un tiro fuerte, al palo derecho. Parecía que iba a ser imposible vulnerar a este cuidapalos bien desconocido para el fútbol de Córdoba hasta que, a los 45, vino el córner desde la izquierda que ejecutó Velárdez para que Martos le meta el frentazo que el arquero tallarín no pudo retener. Fue el 1-1, un verdadero premio para el equipo que mejor había hecho las cosas durante el partido.

Fue el desahogo final de todo Racing que, por cabezón e insistidor, pudo terminar mejor el clásico.