El máximo referente de Talleres es pesimista con el presente albiazul.

La idea era buscarlo por una efemérides. Hace 50 años, en junio de 1959, Daniel Willington aparecía en la primera de Talleres, en un debut que terminó siendo el trampolín a una carrera que lo convirtió en un prócer de la entidad de barrio Jardín. Pero a la hora de iniciar la entrevista, y después del formal "¿cómo estás?", "el Loco" no puede –ni quiere– ocultar su fastidio por el presente del club.

"Yo estoy bien de salud, pero me duele ver cómo está el club. Por Talleres pasó mi papá, mi hermano, mi hijo... Imaginate lo que es para nosotros el club", arrancó en un anticipo de lo que se venía.

La cita fue en el Parque Sarmiento, donde "el Daniel de los Estadios", como lo bautizó el inolvidable Nilo Neder, realiza la rehabilitación de su operación por un aneurisma de aorta abdominal, que lo tuvo internado hasta hace un par de meses. "Me salvé de pedo", graficó sin vueltas.

–¿Cómo vivís este presente del club?
–Mirá... Dios quiera que no, pero Talleres va a desaparecer. No le mintamos más a la gente. Talleres no tiene un jugador que sea del club y si no se gastó plata para tratar de salir del pozo ahora... ¿quién va a venir después de esto?, ¿qué jugadores de categoría van a traer? Si no ponen una fortuna para sacarlo ahora, el club va a desaparecer. En todo caso, puede pasarle como a otros clubes grandes, que después de un tiempo de gloria simplemente pelean por seguir siendo una institución. A mí no me dan los números para que Talleres vuelva pronto si se va al descenso. Creo que sólo podrá pelear para no dejar de existir.

Con el corazón en la mano
Willington fue dado de alta el 6 de abril pasado, en una intervención que su obra social no le cubrió y que fue subvencionada por Vélez Sársfield y por ex dirigentes de Talleres. "Me ayudaron amigos de toda la vida. Si no estaban ellos, me cagaba muriendo. Por suerte, ahora estoy bien. Me como mis buenos asados, canto tangos, hago un vida normal, nada más que más metódica", cuenta el ídolo albiazul.

–¿Qué balance hacés de la gestión de la gerenciadora? ¿Qué responsabilidad le cabe?
–A (Carlos) Ahumada no lo tengo registrado. Nunca lo vi. Llegó en un momento malo del club y creyó que arreglar la Boutique era la solución. Está visto que eso no aportó nada. Él se metió a la gente en el bolsillo con muy poquito, y con otra cosa se ganó a otro tipo de gente. Yo a los hinchas de corazón los quiero, pero a esos que se llenan de guita haciendo quilombo cuando les conviene, no los quiero. Yo, como otros técnicos, a veces peleábamos el campeonato y de pronto perdíamos dos partidos y nos querían quemar la casa, el auto, pelearnos... Resulta que ahora pasaron 20 ó 30 partidos, con Talleres a los tumbos, y no aparece ninguno de esos que iban a hacer lío. ¿Qué pasó? ¿Se hicieron buenitos de golpe? No sé quién los convirtió en buenos. ¿Ahumada será el padre Grassi?

–¿Tu corazón está preparado para soportar este presente de Talleres?
–Hay gente que me pregunta por qué no agarro el club. Yo les digo que me curé para mi salud, no para que me lleve a la tumba este presente de la institución.