Nunca quedó del todo claro qué vino a hacer Talleres a Floresta. Hasta el final mismo del partido subsistió la duda de por qué el equipo albiazul demoró tanto en soltar amarras.

Se soltó al final. La “T” recién se liberó de sus precauciones luego de que el gol de Darío Stefanatto le pellizcara el orgullo a los 33 minutos del segundo tiempo. Con el marcador en contra, y apenas 12 minutos por delante, el conjunto de barrio Jardín se atrevió a atacar como la decisión que nunca antes había tenido.

Una solución desde el banco. El ingreso de Lucas Wilchez por Matías Quiroga, cuando se jugaban 31 minutos del complemento, y el adelantamiento de sus volantes para rodear al “Pupi” Salmerón y a Cobelli, le dieron a Talleres el fútbol que tampoco antes consiguieron. Fundamentalmente, por la opción que tomó el director técnico Raúl Peralta de tantear el partido en lugar de animarse a jugarlo a fondo, con una ambición más acorde a la necesidad de sumar puntos para engrosar el promedio en la tabla del descenso.

Una apuesta mezquina. Si desde el arranque la “T” le hubiera puesto más convicción a su necesidad de sumar una victoria a lo suyo, tal vez otra habría sido su suerte. Pero apostó por el empate. Y sólo se movió de allí, cuando la desventaja le estropeó su objetivo, justo en el momento en que se perfilaba como el equipo más capaz de quebrar la paridad en el marcador. Con lo justo, llegó el gol de Salmerón, cuando restaban cinco minutos, tras una combinación de Zermattén, Wilchez y Cabrera. No siempre será así.