Talleres es impredecible. Si los encargados de manejar los destinos de la institución no tienen definida una política de trabajo, la improvisación y los reveses seguirán ganando un partido tan importante como el de la lucha por la permanencia.

Antes del partido con Almagro, en Ateliers habían expresado que si Raúl Peralta conseguía un buen resultado, iba a seguir siendo el técnico. Si perdía, la llegada de un DT de rodaje era inminente. Pero horas antes del clave cotejo se escuchó que si Talleres ganaba, Juan José López (o algún otro DT experimentado) tomaría las riendas, ya que el equipo estaría más cerca, matemáticamente, de sus rivales por el descenso. ¿Que pasó? Perdió Talleres y Peralta fue ratificado hasta el final del campeonato. La designación formal llenó por sorpresa a todos, aunque hay que acostumbrarse a que en barrio Jardín cualquier cosa puede pasar, menos lo esperado. Y si el gerenciador Carlos Ahumada mantiene su postura de no hablar, de no hacer público su proyecto (si lo tiene), los trascendidos y los rumores seguirán perjudicando y desestabilizando a la institución.

Hay ejemplos claros de los manejos en los clubes cordobeses. Belgrano despidió a Dalcio Giovagnoli, y la gerenciadora aclaró que Germán Martellotto y Daniel Primo eran interinos ante Chacarita. Juniors se iba al descenso, apostó fuerte, contrató a Carlos Enrique y en cuatro fechas lo salvó. ¿Y en Talleres? No hay esos cambios que marcan un camino, y quien tiene el timón no puede (¿no sabe?) enderezar el rumbo.

Las incoherencias siguen. Hay un proyecto para remodelar el predio al mismo tiempo que la Justicia pretende rematarlo para paliar el pasivo del club, que crece cada día más, como la incertidumbre en barrio Jardín.

Le quedan a los albiazules los últimos pulsos para reaccionar y salir adelante, además la ilusión es lo último que se pierde. Aunque poner los pies sobre la tierra y entender que el margen es muy escaso es lo principal.