Valencia y Martellotto han sido de lo más distinguido que han tenido Talleres y Belgrano de varias décadas a estos días. Valencia valorizó lo más artesanal del juego: la gambeta. Y lo hacia con desprejuicio; nunca le puso límites a su imaginación. Martellotto, clase alta del fútbol, desequilibraba por las suyas, habilitaba como pocos y encima lo hacía con elegancia.

Se recuerda esto para quienes no los vieron jugar porque después han aparecido pocos como ellos. O ninguno.

Por eso es bueno exponerlos. Es necesario que se los recuerde y no para hacer comparaciones, sino para refrescar que el fútbol tiene mucho de creatividad y sorpresa y que así como las aplicaron ellos dos, también puede hacerlo alguno de los que jugará el clásico el próximo sábado.

Esto viene a cuento porque aunque siempre imperó el resultado, antes, hinchas y entrenadores, permitían y se permitían disfrutar de estos jugadores, los valoraban, les daban el lugar que se merecían. Sería bueno que en el clásico, además de las previsiones que tomarán los protagonistas (y sobre todo los entrenadores), éstos se animen a romper el molde y a generar algo distinto. No sólo le darán brillo al espectáculo, sino que dejarían un buen precedente para el futuro. Como lo hicieron Valencia y Martellotto. Y no es que se resalte la histórica tendencia a destacar que lo pasado fue mejor, sino a promover que también un clásico, reducto histórico de fricciones, peleas e incidentes, deje esos males y permita el disfrute de lo que realmente tendría que hacer más feliz a las personas.