Una de las frases top del momento, que de tanto en tanto se ponen de moda en el cambiante mundo del fútbol, sostiene que es fácil opinar con el diario del lunes en la mano. Angel Comizzo no era el técnico para el delicado momento de Talleres. Y LA MAÑANA lo sostuvo desde su llegada misma, para reafirmarlo ahora, que dejó su cargo.

Nadie pone en tela de juicio su genuino sentimiento por Talleres, porque saltó a la consideración general atajando para este club hace 25 años. Por eso cuesta creer que abandona al equipo en una encrucijada, con los 90 minutos más importantes del año todavía por disputar y una serie que, pese al triunfo del domingo en Nueva Italia, continúa con descenlace incierto.

¿Su intención era irse en ganador, sin correr riesgos en la revancha con Racing? Parece muy mezquino para alguien como Comizzo, que supo de grandes victorias como arquero, y que apenas volvió a poner un pie en barrio Jardín, declamó su amor incondicional por Talleres.

Justamente, apenas asumió, se despachó con una frase desconcertante: «Estamos a ocho puntos de la gloria», estimó, hablando de un utópico ingreso a la promoción por el ascenso.

Allí quedó reflejado que, más allá del intento manifiesto de insuflar confianza a un plantel que venía golpeado, Comizzo no se daba cuenta en lo que se metía.

Dirigir a un Talleres en serio peligro de descenso al Argentino A, en plena transición de un gerenciamiento a otro, con muchos caciques y pocos indios en la dirigencia y la polémica marginación de un símbolo albiazul como Julián Maidana, más su posterior retorno triunfal, fueron demasiado para un técnico que hacía sus primeras armas.

Seguramente le sobra vestuario, pero acá confundió suficiencia con altanería y, dicho está, nunca cayó bien su innecesaria imitación de Ramón Díaz para cerrar los diálogos con la prensa.

Quienes eligieron a Comizzo como DT se equivocaron, y luego le soltaron la mano, dejando al «Flaco» como único culpable en el caso Maidana. Pese a todo, que se vaya ahora no es lo aconsejable porque la sabiduría pupular testimonia que no es bueno cambiar de caballo a mitad del río.

Pero nada de esto es nuevo en Talleres y así le tocó remar en los últimos tiempos, siempre contra la corriente.