Talleres no jugó bien, es cierto, pero tampoco mereció semejante humillación. El 4 a 1 de Ferro, ayer por la tarde en Caballito, fue demasiado castigo, y representó un duro impacto para el ánimo de un equipo que en los próximos 90 minutos deberá jugarse nada menos que la permanencia.

El Verde le pegó de lleno en su Talón de Aquiles, cuando apenas se jugaban dos minutos, y lo condenó a afrontar el partido otra vez desde la adversidad. Córner de Castellani, cabezazo de Monje y a cobrar. ¡En la primera pelota parada! A pesar del impacto, la "T" se las ingenió para zafar del acoso y ganar posiciones en la mitad de la cancha, donde Lussenhoff aparecía sorpresivamente como el patrón. A falta de mejores atributos, y con un flojísimo Rimoldi a su lado, "el Colorado" empezó a discutir con amor propio el predominio de Carabajal. Ganó y perdió, pero le alcanzó para darle empuje a los suyos y para confundir al rival.

En ese contexto, Rosales encontró algunos espacios para hacer valer su gambeta y hasta alcanzó a estrellar un remate en el travesaño. Después, Cuevas, Moreira y dos veces Lussenhoff (en ambas desde el punto penal) tuvieron la chance de empatar; y "el Tanque" se quedó con las ganas cuando le anularon un gol. Falló mucho arriba el equipo albiazul, y ahí estuvo otras de las explicaciones de la nueva frustración.

La misma fórmula. Para colmo, Ferro se reorganizó luego del descanso y desde los pies de Castellani empezó a encontrar espacios en una defensa tan improvisada como endeble (Álvarez de líbero; Algecira y Galíndez como stoppers). A los 23 minutos, el local amplió la ventaja con la fórmula del inicio: córner de Castellani y cabezazo de Monje.

A esa altura, Comizzo ya había agotado todo el crédito del banco: Azcurra por Quiroga, Borghello por Rimoldi y Reyes por Moreira. Perdido por perdido, y amontonando jugadores arriba, Talleres presionó y llegó al descuento por Cuevas, a los 29. Faltaba un cuarto de horario y cualquier cosa podía suceder en este duelo de necesitados. Y pasó lo peor para el equipo cordobés: cinco minutos después, Rosales intentó salir gambeteando en su propia área, Castano le "pellizcó" la pelota y sacó un zapatazo inalcanzable para Brasca.

El golazo de Monje, a los 43 minutos, desató la fiesta en Caballito, donde todos monitoreaban la suerte de Nueva Chicago y soñaban con la salvación. En la "T", nadie quería ni preguntar por Ben Hur. La realidad le indica que ahora ni siquiera depende de su propio esfuerzo para alcanzar el objetivo de zafar.