Más allá del resultado que dejó a Talleres en la reválida, toda consideración respecto del funcionamiento albiazul debe realizarse a partir de dos circunstancias insoslayables: la expulsión de Viveros, al minuto de juego, y la decisión de Ángel Comizzo de reemplazar a Cuevas a los 11 minutos del primer tiempo, con lo que dejó sin una referencia de área al equipo. La “T” lo sintió y terminó pagándolo caro.

De no creer. Es inaceptable, desde todo punto de vista, que un jugador de la experiencia y el oficio del colombiano dejara al equipo condicionado para el resto del partido. Su deserción obligó al DT albiazul a cambiar el sistema de juego 3-4-1-2 con el que arrancó el partido, por un 3-3-1-2, con Algecira de “doble 5”. La movida parecía atinada, porque pretendía cubrir las proyecciones de Zapata, Torres y Pereyra.

Actitud cautelosa. Cuando decidió la salida de Cuevas y el ingreso de Azcurra, para plantear un 3-4-1-1, en el que Rosales ofició de media punta y Borghello de único delantero, Comizzo pareció clausurar las puertas para que Talleres se animara a ganar el partido. Y esa actitud cautelosa, con el partido recién iniciado, terminó conspirando contra la suerte final del equipo.

Sin llegada. Pese a que concluyó el primer tiempo 0 a 0, los apuntes reflejan que, con el dibujo al que apostó Comizzo, Talleres sólo una vez inquietó a Assef: fue a los 44 minutos, con un disparo de Rosales, desde 20 metros, que se fue cerca de un palo. Es decir que no le hicieron un gol, pero tampoco tuvo ideas ni juego como para convertir uno en el arco contrario.

Un karma sin solución. Cuando Serrizuela se avivó de que el negocio era patearle a Brasca, Unión definió el partido en sólo 8 minutos. Los dos goles de Pereyra, tras sendos tiros libres en los que el arquero albiazul dio rebote, remarcaron un déficit crónico que la defensa albiazul tiene cuando se tratar de resolver las pelotas paradas.

El peor escenario. Entre Viveros y la temprana renuncia a la apuesta ofensiva de Comizzo, Talleres se quedó sin nada y en la reválida. El peor de los escenarios, a sólo tres partidos del final de campeonato.