El fútbol no es tan complicado como pretenden mostrarlo algunos teóricos, ni tan sencillo como lo hace Lionel Messi dentro de una cancha. Hay un punto intermedio en el que se pueden hacer bien las cosas al conjugar visión, actitud y manejo. Algo de eso es lo que le pasó a Talleres en la victoria 1-0 ante Defensa y Justicia. Ayer, parecía que el cero se clavaba en el resultado, pero cuando el DT y el equipo entendieron que Defensa y Justicia no es Barcelona y que con lo que había en la cancha se podía ganar, la “T” pudo quedarse con los tres puntos.

¿En qué cambió Talleres de un tiempo a otro para ganar el partido? Tuvo actitud, visión para mudar de una postura anodina a una con rol protagónico, y depositó en el mejor jugador de la cancha (Julio Buffarini) la esperanza de un futuro más grato. El esquema inicial de cuatro defensores, tres volantes, un jugador libre (Rosales), y dos delanteros no conducía a nada. Primero, porque eran muchos recaudos defensivos para esperar a un rival que sólo atacaba por el lado de Mariano Sabadía; y segundo, porque el equipo cordobés no está holgado en promedio como para darse el lujo de esperar a su rival. Está obligado a buscar los partidos.

Aquella necesidad de centésimas fueron las que llevaron en el segundo tiempo a ver un Talleres exigente, comprometido. ¿Qué pasó? Sencillo: se movieron algunas piezas. Fueron los mejores 20 minutos de los albiazules en mucho tiempo, con un esquema formado por Oyola, Lussenhoff y Torsiglieri; Algecira (pasó de “4” a “8”), Rimoldi y Viveros; Buffarini (pasó de “8” a enganche por derecha) y Rosales; y arriba, Cuevas y Borghello. Ese reacomodamiento le dio muy buenos dividendos a la “T” y en esos 20 minutos de claridad encontró la victoria que tanto necesitaba pero que hasta ese momento no había buscado con buen juego y con decisión.